Notas de clase maestra con Luis Schnitman 3
Otra de mis alumnas preguntó sobre el erotismo. Yo me atravesé como a veces suelo hacer por estar absorta o despistada: ¿Dónde anida la fuerza del pensamiento y del deseo inconsciente en cada personaje, en cada persona?¿Cómo construye cada personaje su leitmotiv? Luis contestó las dos preguntas con una sola respuesta: Tiene que ver con el lugar donde el sujeto ponga su erotismo, y el erotismo no es más que el ritual simbólico en la búsqueda inalcanzable del objeto de deseo. Bello, complejo. Fue un hallazgo de claridad infinita: el erotismo no está en el sexo, está en lo más luminoso de una persona, es su fuerza, en la fuerza que tensa su arco de transformación. Es esa ilusión intrínsecamente gozosa la que le permite caminar: la utopía propia.
Fue lindo saber que si desde lo jurídico persona es cualquier individuo de la especie humana, cualquiera que sea su edad, estirpe o condición, y así todo ente susceptible de tener derechos y contraer obligaciones, pues ante la psiquis nacemos personas con una mirada, con una mirada de amor de otro, que nos hace sujetos ante la vida.
Muchas buenas ideas para una sola noche. Pero tal vez la mejor la tuvo Nathalie: “El amor es el amor, los guevones somos nosotros”. Golpe directo y brutal. Deberíamos estar contenidos en el sincrónico goce del latido de nuestro corazón, en el pulso misterioso y profundo de nuestro cerebro, en la extensión de carne y sueños que nos hacen reales. Y sin embargo, cuánto miedo. Y el miedo es la antítesis del amor. Lo sabemos.
Vera Carvajal